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Casarse con el palo de una escoba

ALGUNOS DESAFÍOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS A LA IGLESIA

Los kukama han sido evangelizados desde el tiempo de las reducciones de Maynas en los siglos XVII y XVIII. De entonces para acá la presencia de la Iglesia ha sido intermitente. Desde la salida de los jesuitas en 1768 hasta la llegada de los agustinos en 1901 hubo un periodo de “curas doctrineros”, que en medio de situaciones muy difíciles, personales y estructurales, dieron continuidad al cristianismo. Evidentemente siempre ha habido pocos religiosos para territorios tan extensos y con desafíos tan grandes para pueblos indígenas.

Pero centrémonos un poco. Estábamos en medio de un curso de Animadores Cristianos, en el bajo Marañón (Perú), conversando sobre el matrimonio. La preocupación que nos planteaban los Animadores es del todo pertinente: la posibilidad de que los Animadores puedan acompañar a los moribundos que piden el sacramento del matrimonio. Para los kukama casarse es una forma de poder morir en paz. Una agonía prolongada significa que el enfermo no puede morir, le falta alguna cosa. Y, en muchas ocasiones, le falta el matrimonio. 

Este era el contexto, pero la anécdota que vamos a contar nos cogió por sorpresa. Después de varios días de abordar el tema del matrimonio un Animador se levanta en medio de la asamblea y cuenta más o menos lo siguiente: en una comunidad vecina una mujer no podía morir. Tenía su pareja, pero su conviviente no quería casarse. Ante la insistencia del matrimonio por parte de la mujer, sus familiares fueron a visitar a una pareja anterior de la señora, para explorar si estaba dispuesto a casarse con ella en el lecho de su agonía. Pero tampoco accedió. La mujer había tenido otra pareja anterior, pero él había muerto, razón por la cual no era posible casarse.

La mujer agonizante insistía en casarse y sus familiares estaban ya desesperados, la desazón se extendía por toda la comunidad. Fueron a buscar al Animador Cristiano y aceptó presenciar el matrimonio. Pero no había ningún varón dispuesto a casarse. ¿Qué hacer? La solución que encontraron fue muy sencilla: la mujer se casó con “el palo de una escoba”. Evidentemente, después de la sorpresa inicial, comprendimos que se trataba de un asunto muy delicado en una situación extrema. 

No se puede comprender esta situación sin percatarnos que estamos ante un desafío de primera magnitud. Para un occidental no existe matrimonio en esta situación, no puede haber consentimiento, ni consumación del acto. Sin embargo, para el pueblo kukama, en medio de la agonía, estos aspectos son secundarios. Lo que buscaba la mujer y sus familiares era morir en paz y retirarse de este mundo sin tener que molestar a sus familiares después de muerta (a través de sueños, ruidos, molestias varias).

Lo que hemos narrado no es una simple anécdota, es un reflejo del pensamiento de los pueblos indígenas. Comencemos por decir que la complejidad del asunto no puede ser abordada en un espacio tan breve. Detrás de esta situación existe un concepto de persona indígena muy importante. Por tanto, sin preguntarnos por lo que significa “ser persona” no podemos atisbar lo que está en juego. Lo que para los occidentales es un objeto (el palo de la escoba), para los pueblos indígenas se convierte en un sujeto y por eso puede llevarse a cabo la ceremonia del matrimonio. Las ideas sobre el “más allá” también se hacen presentes. Sin el matrimonio la mujer no puede morir y se prolonga la agonía. Si no se puede casar el espíritu de la mujer va a molestar a sus familiares que no la ayudaron a casarse. De ahí que los familiares de la mujer hagan todo lo posible para que pueda casarse.

Nos surgen muchas preguntas, algunas sin respuesta. Esta situación se ha producido después de casi 400 años de evangelización en el pueblo kukama. Los pueblos indígenas continúan presentando un desafío de primer orden para la Iglesia. No se trata de predicar únicamente, es importante saber qué hacen los pueblos indígenas con esta predicación. Es fácil comprender que estamos ante dos modos diferentes de entender la vida. Nosotros somos partidarios de tener paciencia histórica, de utilizar la inteligencia para saber lo que está sucediendo y de acompañar a las familias cristianas en situaciones interculturales inéditas.

Nuestra impresión es que todos los misioneros se han encontrado, a lo largo de toda la historia, con situaciones sin salida, aporías. Habitualmente se guarda silencio. Nos parece una estrategia poco seria. Primero, porque no permite pensarlo. Segundo, porque no permite socializarlo y discernirlo en comunidad. Tercero, porque no se toma en serio a los pueblos indígenas. Es cierto que plantea interrogantes complejos, pero no por eso debe ser presa del silencio. Tal vez no haya respuesta, pero el mismo hecho de plantear la pregunta nos parece de una gran honestidad para con lo real. Por eso, animamos a otros compañeros al debate y a que presenten también sus experiencias, sus hipótesis, los errores que hemos ido cometiendo y las posibles alternativas y caminos de acompañamiento. Si el sínodo panamazónico no se plantea cuestiones de fondo y trata de señalar, en la medida de lo posible, al menos a grandes rasgos algunas líneas de trabajo, no merece la pena el esfuerzo, se quedará en una consulta de expertos sin mayor incidencia en la vida diaria.

Llegados al final de esta nota es conveniente advertir que no se trata únicamente de racionalizar, sino de “leer con el corazón”. El corazón para los pueblos indígenas es la sede de la razón y de los sentimientos. Ambos están íntimamente unidos. Imponer silencio, apelar a la ley de la Iglesia… no va a evitar este tipo de situaciones, ni va a permitir acompañar. En lo profundo de nuestras vidas nos acompaña el Misterio.

Manolo Berjón

Miguel Angel Cadenas

Agustinos – Iquitos (Perú)

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Si de caminar se trata

Algunos desafíos de los pueblos indígenas a la Iglesia

La convocatoria de un “sínodo panamazónico” ha supuesto una gran alegría para nosotros. Sínodo significa “caminar juntos”. Y, aunque necesitamos la ayuda de expertos que nos orienten, es preciso que todos los cristianos nos sintamos urgidos a poner nuestro granito de arena: nuestras búsquedas, tentativas, errores y aciertos en el seguimiento de Jesús, acá, en la panamazonía. Consideramos que es preciso que la mayor cantidad de personas e instituciones puedan contribuir con sus saberes, un saber que nace del corazón, al modo de pensar indígena. De ahí que nos atrevamos a poner por escrito algunas de las cuestiones que deseamos compartir. Nos marcamos un doble objetivo: por un lado, cuando uno comparte se obliga a pensar lo que pone en común; por otro lado, poder escuchar a otras personas que quieran aportar.

Y si de caminar se trata, caminar es una metáfora querida para muchos pueblos amazónicos. Nosotros nos vamos a circunscribir al pueblo kukama, con el que nos hemos acompañado mutuamente durante parte de nuestra vida. Los kukama son un pueblo tupí-guaraní que habita los cursos bajos de los ríos Ucayali, Marañón y Huallaga, además de las periferias de las ciudades amazónicas peruanas. Pero también se encuentran en la frontera con Colombia y en Brasil. Nosotros hemos acompañado al pueblo kukama en el río Marañón, en Perú. Cuando nace un niño se dice que “está llegando”, “ya llegó”. De igual manera, cuando se acerca la muerte, las personas lo viven como un viaje. Cuando una persona está moribunda en realidad lo que sucede, desde el punto de vista kukama, es que se va despidiendo de sus familiares en la tierra y vienen sus familiares difuntos a buscarle para llevarle a vivir con ellos. Es como un cambio de familia: de los que están en la tierra, a los que están más allá de la muerte. Si una persona viaja lejos y no vuelve a dar señales de vida es una forma de muerte social porque ha terminado las relaciones sociales con sus conocidos. De tal modo, que su nombre nunca más se vuelve a pronunciar en público. Pero lo normal es que alguien que viaja lejos de algunas señales de vida. Ahora con los celulares es más fácil. De hecho, con el crecimiento económico en Perú, que se ha concentrado en la costa, muchos kukama han migrado de sus comunidades a Lima u otros destinos de la costa. Pero lo habitual es establecerse junto con algún familiar en el nuevo destino. Los celulares y las transferencias bancarias hacen que la familia continúe teniendo un peso importante. Es una forma de conjurar la muerte social.

Las distancias y los tiempos se han acortado. Algunos de los migrantes en Lima regresan al río Marañón para ser tratados por algún chamán. Y cuando han restablecido la salud regresan a su lugar de trabajo. Lo del celular es simpático. Conocemos el caso de una familia yagua muy ilustrativo. La tía vive en Iquitos, es catequista en nuestra parroquia. La abuela vive en Pebas (río Amazonas, Perú) y el nieto veinteañero, en Lima. Vía whatsApp hemos visto cómo el nieto conversaba en yagua con su abuela, desde el celular de la tía en Iquitos. Esto plantea nuevos retos, también para la iglesia. Si pretendemos “caminar juntos” ahora tenemos muchas más redes de comunicación que hace algunos años. Es cuestión de que sepamos aprovechar las oportunidades.

Pero estas redes no nacen en el presente. El comercio a larga distancia siempre ha sido posible, incluso en épocas precolombinas: el curare tikuna estaba presente entre los grupos del alto Amazonas, del Ucayali y Napo. O las relaciones lingüísticas entre los jíbaro, kichwa y waorani, por dar dos únicos ejemplos. Un periodo convulso en la Amazonía fue la época del caucho. Esto dispersó a muchos pueblos indígenas. Para continuar con el pueblo kukama, sabemos que hay una quebrada y una comunidad con el nombre Cocama en el departamento de Madre de Dios. Conocemos la historia de una mujer kukama que se casó con un kichwa del Pastaza y vive desde entonces en territorio ecuatoriano. Es conocido el traslado de parte del pueblo kukama por el Amazonas, habiendo asentamientos kukama tanto en Brasil como en Colombia, además de en Perú. Un sínodo panamazónico también debe pensar en estas dispersiones fruto de la historia y la iglesia puede ayudar a establecer lazos entre gentes del mismo pueblo que habitan en territorios diferentes. Es conocido que muchos pueblos viven a ambos lados de las fronteras de los países. De ahí la gran importancia de lo panamazónico. Se rompe con la idea del estado-nación y se establecen alianzas superiores. La iglesia, una institución global, puede volver a conectar pueblos indígenas que se vieron disgregados con la configuración de los estados-nación y la hecatombe del caucho.

Nos sentimos interpelados por este “sínodo panamazónico” y consideramos que es fundamental que aportemos entre todos y establezcamos redes más sólidas donde la información fluya de forma más horizontal. Hemos pensado en una serie de 8 notas breves que acompañen a esta introducción que irá desgranando algunos temas que nos preocupan. Es evidente que hay muchísimos más temas, pero esta serie está pensada así. Es conocido que, para los amazónicos, todo tiene espíritu, lo que distingue a unos seres de otros son los cuerpos. Una segunda nota introductoria versará sobre cómo llegamos a la convicción de la necesidad de la pastoral indígena y la importancia que tiene en la iglesia. En segundo lugar, consideraremos la situación de una mujer, en su lecho de muerte, que se casó con “un palo de escoba” y que desde el punto de vista indígena es perfectamente comprensible, aunque a los occidentales nos deje perplejos. La situación de otra mujer que se casó en su lecho de muerte para conjurar la brujería, algo que no consiguió pero, al menos, murió en paz. El acompañamiento que realizamos a varias organizaciones indígenas con el tema de la hidrovía amazónica y los retos que estos megaproyectos nos provocan. Las preguntas y constataciones que hemos realizado con los seminaristas y los desafíos para la iglesia panamazónica. Los (des-)encuentros interculturales en el sacramento de la confesión para poder acompañar a quienes se acercan, sobre todo en las ciudades, toda vez que un porcentaje muy alto de indígenas habitan las ciudades amazónicas. Las vueltas y revueltas que hemos dado acompañando al pueblo kukama en su defensa de un medio ambiente sano en una provincia petrolera. Y una última nota sobre el demonio en un asentamiento humano en la ciudad. Un tema al que no se le da la debida importancia y para los pueblos indígenas supone un desafío de la alteridad de grandes proporciones. Hay más temas, pero para empezar hemos pensado esta pequeña serie de notas. No pretendemos que estén de acuerdo, ese no es el objetivo, sino como un instrumento para que nos ayuden a conversar entre muchos. Ojalá nos animemos unos a otros a “caminar juntos”, tal como podemos traducir la palabra “sínodo”.

Manolo Berjón

Miguel Angel Cadenas

Agustinos – Iquitos (Perú)

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Sínodo Amazónico 2019: fuente de alegría y retos

A lo largo de su pontificado, el Papa Francisco ha demostrado gran interés por los pueblos indígenas y su entorno, sobre todo en América Latina. Es por ello que durante el Ángelus del pasado 15 de octubre, en la Plaza de San Pedro, anunció un Sínodo especial dedicado a la Amazonía para octubre 2019.

El territorio amazónico abarca a Brasil (67%), Perú (13%), Bolivia (11%), Colombia (6%), Ecuador (2%), Venezuela (1%), Surinam, Guyana y Guyana francesa (juntos el 0,15%); además cuenta con más de 2 millones de indígenas pertenecientes a 390 pueblos originarios y 137 “no contactados”.

Las iglesias locales de estos países trabajan para evangelizar a estos pueblos, respetando su cultura y tradiciones. Dicha labor realizada por sacerdotes, misioneros (as) y laicos (as) es apoyada por la Red Eclesial Panamazónica, la cual fue creada en 2014 para congregar los esfuerzos por la defensa del territorio y la preservación de los pueblos originarios. 

Por tanto, el Sínodo es visto como una oportunidad para traspasar fronteras y dar a conocer la urgente necesidad de voltear la mirada a los retos que enfrenta la Amazonía, como la amenaza de mineras extractivistas y el desplazamiento de los pueblos que habitan en estos territorios. 

“Estamos viviendo un absoluto Kairós de Dios. Necesitamos una actitud de profundo discernimiento para prepararnos adecuadamente a recibir qué es lo que nos dice el Espíritu a lo largo de la historia de la Iglesia en la Amazonía, en el momento tan urgente, donde hay tantísimos signos de muerte en este territorio y desde la propia palabra de los pueblos que allí habitan. Construir Sínodo significa hacer un camino de discernimiento en medio de este gran Kairós de Dios” escribe en un documento Mauricio López, Secretario Ejecutivo de la Red Eclesial Panamazónica. 

Para Mauricio López, el Sínodo es un motivo de profunda alegría, pero también de mucho compromiso en la preparación de este “trascendental encuentro”. Asimismo, considera pertinente la participación no sólo de los Obispos de la Amazonía sino de “la vida religiosa encarnada que se entrega todos los días en ese territorio (sacerdotes, misioneros, misioneras, laicos, laicas) y, sobre todo, como Dom Claudio, el Cardenal Hummes ha dicho como presidente de la REPAM, los pueblos indígenas y las comunidades amazónica para que sean sujetos de su propia historia”.

Finalmente, el secretario ejecutivo considera que el próximo encuentro reunirá a otros actores que trabajan el tema para que puedan articularse y así “constituirse como redes eclesiales y se sientan integrados e implicados para ir prensando sus propios proyectos integrados y encarnados”. 

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REPAM: compromiso con la creación

Cerca del 20 % de agua dulce del planeta se encuentra en la Amazonía (territorio que corresponde a 9 países del continente americano). Sin embargo, múltiples amenazas hacia esta región ponen en peligro el vital líquido. En este sentido, la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) se ha convertido en su guardián desde hace poco más de tres años.

La Red articula organismos comprometidos en proteger los recursos naturales de la Amazonía, así como acompañar a los pueblos originarios en la búsqueda de su derecho de permanencia. El Papa Francisco, en Laudato Sí, hace énfasis en cuidar la creación en conjunto con estos grupos para denunciar los peligros en la región y buscar caminos hacia un desarrollo sustentable.

En consecuencia de esto, la REPAM presentó en marzo pasado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), a través de una audiencia, cuatro casos que atentaban contra la integridad de los habitantes de diferentes regiones: lo pueblos Awajún-Wampis en Perú (falta de consulta previa); pueblo Jaminagua-Arará en Brasil (nno demarcación de tierras indígenas); Tundayme en Ecuador (minería a cielo abierto y Buriticupú en Brasil (red ferroviaria que divide el territorio).

También hubo otros espacios de incidencia en el Bank Information Center (donde vigilan las políticas del Banco Mundial, el Departamento de Estados de EU, la USAID (Agencia Estadounidense para el Desarrollo), Amazon Watch, la Universidad de Georgetown y la Universidad Católica de América.

“El Dios que ama la vida, alienta el camino de las comunidades que luchan por sus derechos. Sin tierra no hay vida, no hay derechos. Compartir sus justas reivindicaciones es un honor. Les asistes la autoridad de quien ha sido víctima de atropello, se levanta y se convierte en protagonista de su historia de lucha” Mariángel Marco Teja, quien contó su testimonio como agente de pastoral de Tundayme en la Universidad Católica de América.

Los integrantes de la REPAM  coincidieron que la visita a Washington permitió fortalecer mecanismos para continuar con la labor de la defensa de los pueblos originarios, que repercute también en el cuidado de la creación. Medidas cautelares, monitoreo geográfico, corte interamericana de justicia y soluciones amistosas con las partes involucradas son algunos elementos que la REPAM potencializará en las comunidades en las que tiene presencia.

 

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Día Mundial del Refugiado: por una cultura del encuentro

Tan sólo en 2016, la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) reportó que, a nivel mundial, cerca de 60 millones de personas se vieron forzadas a salir de su país por situaciones de violencia provocadas por la guerra, desigualdades sociales, pobreza, falta de empleo, entre otras.

En el marco del día mundial del refugiado, cabe recordar el mensaje del Papa Francisco, en el que invita a “dar la bienvenida, para proteger, promover  e integrar” a los refugiados, quienes salen de su lugar de origen en busca de paz, seguridad y oportunidades. 

“Siento la necesidad de expresar especial preocupación por la naturaleza forzada de muchos movimientos migratorios contemporáneos, lo que aumenta los desafíos que se presentan a la comunidad política, a la sociedad civil y a la Iglesia” parte del discurso del Obispo de Roma a los participantes en el foro internacional sobre Migraciones y Paz.

En este sentido, Caritas, la caricia de la Iglesia Católica a su pueblo, ha realizado diversas acciones en torno a la acogida de los refugiados en diversas partes del mundo. Campamentos, atención médica y alimentaria, ropa, apoyo psicológico son sólo alguna de las tareas que Caritas implementa, por ejemplo, en países de Medio Oriente y África.

“Nuestro futuro está en la lucha contra las verdaderas causas que hacen que las personas abandonen sus hogares y, mientras tanto, debemos poner en mucha la apoyo humano para ayudar los que llaman a nuestra puerta. La Iglesia Católica es clara, no podemos seguir mirando de lejos cuando la gente está tan desesperada que pone en riesgo la vida de sus hijos, y su propia vida, para tener una vida mejor” Mons. Luc Van Looy, presidente de Caritas Europa.

 Además, Caritas buscar crear conciencia en la población sobre la realidad de los refugiados y migrantes, mediante la campaña Comparte el Viaje (Share the Journey), la cual dará inició en septiembre de 2017 y tendrá una duración de dos años. Dicha acción responde la petición del Papa Francisco para promover “la cultura del encuentro”. 

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