Cáritas Cuba cumple 30 años de servicio

Caribe Cuba Vida institucional
25 febrero, 2021

La Habana, 25 de febrero de 2021— Hace exactamente 30 años atrás, un día como hoy pero de 1991, la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba emitió un decreto que anunciaba la fundación de Cáritas Cuba.

La organización de ayuda humanitaria surgía en la Isla en un momento de aguda crisis económica, llamada por los cubanos Periodo Especial, que provocaba no solo la falta de alimentos y otros artículos imprescindibles para la vida y la suspensión diaria de la electricidad en los hogares; sino que consecuentemente desencadenaba una serie de males sociales y fenómenos preocupantes como la desesperanza, la migración masiva, rupturas familiares, el abandono o desprotección de sectores como la ancianidad y la infancia, etc.

En esos momentos, los más difíciles para el pueblo cubano en toda la segunda mitad de su siglo XX, la Iglesia Católica prendió una luz. No una luz en un altar, en el calor seguro del templo. Una luz que salía a la calle, como Jesús, donde estaba la necesidad de la gente.

Durante aquellos años fundacionales, los ancianos fueron los primeros beneficiarios de Cáritas Cuba y el enfoque de trabajo fue mayormente asistencial. Muchos cubanos recordarán (y aún hoy identifican a nuestra institución por ello) los desayunos o almuerzos preparados en centenares de parroquias para personas mayores y/o de muy escasos recursos o las donaciones de medicamentos que se distribuían en cada Diócesis a las personas que acudían con una necesidad. También se desarrollaron algunas acciones a través de las estructuras del Estado.

Ya hacia 1995 se puede decir que la institución transita hacia una nueva etapa, donde comienza el camino de evolucionar de esa inicial asistencia humanitaria hacia la promoción humana, y del enfoque masivo a uno de servicio más personalizado.

A fines de ese año (1995) Cáritas Cuba constituía un puente de entrada para grandes volúmenes de ayuda proveniente tanto de organismos católicos (fundamentalmente de Estados Unidos) como de gobiernos europeos. Nuestro trabajo sufría un gran desgaste en las negociaciones con donantes y entidades estatales para la distribución y monitoreo de la ayuda.

Lo más significativo que sucedió entonces fue entrar en un proceso de análisis que nos permitió encontrar una identidad propia, nuestra visión y misión, y esto abrió las expectativas hacia una acción antropocéntrica en línea con nuestra espiritualidad. Los programas a través de los que trabajamos hoy nacieron en esta etapa.

Ya para 2002, nos adentramos en un periodo de profesionalización del trabajo social que realizábamos, buscando evolucionar nuestra línea de la promoción humana hacia un plano superior: el de desarrollo comunitario.

Por último, desde el año 2014 hasta la fecha nos encontramos enfrascados en una etapa de fortalecimiento organizacional sistémico, enfocando a resultados todo el quehacer de la institución.

Gracias a este proceso de crecimiento y madurez institucional, hoy tenemos presencia en las once diócesis del país, y nuestra labor inicial con ancianos y personas de bajos recursos se multiplicó en seis programas centrados en grupos que están en desventaja social y, por tanto, en riesgo de ser excluidos.

Nuestra institución apuesta a que los beneficiarios puedan descubrir su valor, sus talentos, sus capacidades, y que puedan insertarse en una sociedad capaz de asumirlos e integrarlos.

Durante estos 30 años de servicio hemos trabajado para dar testimonio del amor de Dios en medio de las más difíciles circunstancias, mediante acciones de caridad, acompañamiento y promoción a los más necesitados. Nuestra misión ha sido ayudar a descubrir y proteger la dignidad de las personas más vulnerables de la sociedad cubana, sin distinción alguna.

En la actualidad, acompañamos a más de 1600 personas con discapacidad y a sus familias (Programa Aprendiendo a crecer); a más de 4200 niños y adolescentes en riesgo de exclusión social (Programa Grupos de Desarrollo Humano); a cerca de 18000 personas con 60 años o más (Programa de Personas Mayores); a unas mil personas que viven con VIH-sida (Programa de Respuesta al VIH-sida); y a miles de damnificados afectados por los sucesivos desastres naturales que azotan cada año al país.

Además, desde nuestras oficinas diocesanas y nacional, cada día brindamos asistencia y ayuda humanitaria a numerosas personas según nuestras posibilidades, con medicamentos, alimentos, útiles de higiene, transportación y pasajes.

Como un eje transversal a todos nuestros programas, ofrecemos sistemáticamente formación y capacitación a voluntarios, animadores, formadores y demás colaboradores de la institución. Sostenemos como premisa aquella de que no se puede ofrecer un servicio oportuno y de calidad solo con la buena voluntad y la disposición; sino que se han de tener las herramientas técnicas y los conocimientos básicos para que la ayuda o el acompañamiento que realizamos pueda resultar realmente útil.

Si se mira nuestras estadísticas, hemos logrado crecer como institución no solo cualitativa, sino cuantitativamente: de unos 33 mil beneficiarios acompañados en 2014 a más de 51300 al cierre de 2019.

Dicha misión se ha sostenido financieramente gracias a la colaboración fraterna con otras Cáritas internacionales y con organizaciones hermanas, como Friends of Caritas Cubana, que desde Estados Unidos y con el apoyo de muchas personas que sienten amor por nuestro país (cubanos que viven en la diáspora y personas de diversas nacionalidades), nos ha ayudado durante años a recaudar fondos.

También realizamos cada año una colecta nacional, de mayo a agosto, donde la comunidad católica residente en el país y personas de buena voluntad contribuyen económicamente a nuestra misión. En 2019, por ejemplo, entre las once diócesis de Cuba se recaudaron más de 10 000 cuc¹.

Cada una de nuestras oficinas en Cuba y la de la sede nacional cuentan con un equipo de profesionales de la contabilidad, quienes aseguran una ejecución estricta y transparente de los presupuestos. Velamos por ello con gran celo y recibimos anualmente las auditorías de proyectos e institucionales como una oportunidad para actualizar y perfeccionar nuestros controles.

Pero más allá de lo material, nada sería posible sin nuestra extensa e incansable red de voluntarios: más de tres mil personas, de las cuales los mayores de 60 años superan la mitad. Algunos de ellos, no pocos, están vinculados a la labor de Cáritas desde aquel ya lejano 1991, y a pesar del paso y el peso de los años, continúan su servicio desde un impresionante compromiso con la fe y el amor al prójimo.

En una fecha como la de hoy, deseamos recordar con gratitud y profundo afecto a los obispos que durante estos 30 años han presidido la institución. Dos de ellos, Mons. Fernando Prego Casals y Card. Jaime Lucas Ortega Alamino, ya han partido a la casa del Padre. Por más de diez años tuvimos el acompañamiento de Mons. José Siro González Bacallao, obispo emérito de Pinar del Río, y justo antes de nuestro actual presidente a Mons Jorge Enrique Serpa, obispo emérito de Pinar del Río.

También a los anteriores directores de Cáritas Cuba: Diacono Lionel Pérez Frías y al Dr. Rolado Suárez Cobián. A cada uno de ellos correspondió un momento crucial de la existencia de Cáritas, ante el cual trabajaron con entrega y dedicación, poniendo al servicio de todos los dones que de Dios habían recibido.

A quienes han dirigido y dirigen las once Cáritas diocesanas, a los coordinadores de proyectos, animadores, formadores, voluntariado… Llegue hoy a todos los que son fuerza motora de la acción de Cáritas Cuba nuestra gratitud y felicitación en este día.

Hoy, cuando vivimos momentos muy similares a aquellos que hicieron surgir nuestra institución en el país, recordemos que nuestro llamado es precisamente el de estar allí, al lado del necesitado, aún en medio de las mayores dificultades.

 

¡Qué Dios bendiga e ilumine nuestro servicio siempre!




Entradas Recientes